sábado, 20 de febrero de 2010

Un día de S. Holmes


No puede evitar reírme de la facilidad con la que había explicado su proceso de deducción.
-Cuando lo escucho explicar sus razonamientos-comenté-, todo me parece tan ridículamente que yo mismo podría haberlo hecho con facilidad. Y sin embargo, siempre que lo veo razonar me quedo perplejo hasta que me explica usted el proceso. A pesar que considero que mis ojos ven tanto como los suyos.
-Desde luego - respondió, encendiendo un cigarrillo y dejándose caer en una butaca -. Usted ve, pero no observa. La diferencia es evidente. Por ejemplo, usted habrá visto muchas veces los escalones que llevan desde la entrada hasta esta habitación.
-Muchas veces.
-¿Cuántas veces?
-Bueno, cientos de veces.
-¿Y cuántos escalones hay?
-¿Cuántos? No lo sé.
-¿Lo ve? No se ha fijado. Y eso que lo ha visto. A eso me refería. Ahora bien, yo sé que hay diecisiete escalones, porque no sólo he visto, sino que he observado.

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